viernes, 3 de noviembre de 2017

Perspectivas


 Por primera vez, soy consciente de mi entidad psíquica hasta un punto inimaginable. Sé que me queda por aprender, valorar y asumir, pero el hecho de asociarme con ciertos términos, supone una notable diferencia entre la persona que fui y la que soy. Decir que he cambiado sería algo irrelevante si lo comparamos con el movimiento constante del devenir ante la perspectiva de la variación de los días, horas, minutos y segundos; sin embargo, yo noto la transformación propagándose hacia el exterior. 

 Algo se está moviendo en la profundidad de mi ser, buscando su dirección entre la barahúnda de caminos por explorar. Lo más gracioso es que, a éstas alturas, no me había parado a escuchar mi conciencia, o quizás, simplemente se me daba muy bien ignorar esa voz que no paraba de gritar, una y otra vez, que estaba errando. Realmente, si torno la vista atrás, volvería a cometer los mismos fallos, no me arrepiento de las decisiones tomadas debido a que me han traído hasta el punto actual, pero sí que es verdad que podría haberme ahorrado disgustos innecesarios por culpa del miedo. 

 Antes no estaba tan segura, o al menos, no era capaz ni de vislumbrar la posibilidad de elegir por mí y no por otros. He pasado mi vida bajo el brazo de aquellas personas que me han rodeado en cada una de las etapas pasadas, pero es cierto que gracias a ello, me he dado cuenta de lo imprescindible que es sentir como el calor del sol roza la cara y la brisa descoloca el pelo, sin preocuparme por las quemaduras ni la disposición de mi melena al viento. 

 No digo que lo tenga claro del todo, ni que vaya a tomar una decisión repentina en relación con algo que puede variar mi existencia de un punto a otro, pero sí que el problema existe, y que estoy decidida a afrontarlo evitando la ignorancia de la toma de decisión, como he aprendido a hacer, dejando correr la vida mientras sigo acomodada en un presente que no me gusta.